domingo, 10 de noviembre de 2013

LOS ESPERANTES


Estoy esperando en un bar a que finalice un cumpleaños de la amiguita de mi hija. ¿Cómo deben comportarse los papas anfitriones con los papas de los compañeritos de sus hijos? 


Fue así: llegamos con Lucía, junto con otra nena y su mamá (compartiendo el ascensor), y como las nenas ni se miraron supuse que eran familiares de la cumpleañera; lo cual fue confirmado luego, ya que cuando abrieron la puerta se abrazaron con euforia. Mi nena, me suelta de la mano y rápidamente se integra a una ronda de juegos. Yo quedo parado con su camperita en la mano y como un idiota esperando que la anfitriona suelte a su pariente y se digne a mirarme o a dirigirme la palabra. Saco una instantánea visual del entorno y veo mesas vacías, una par de tristes triples secos y ni una miserable botella. Pasan unos segundos eternos, donde me doy cuenta de que me tengo que ir..., de que YO no estoy invitado ni debo esperar a que se me invite, o de lástima se me indique con el dedo un lugarcito allá a lo lejos, aunque sea por cumplido. Pero NO, me voy silbando bajito... con la camperita en la mano.
¿Alguien considera que hay padres, como yo, que no sabemos si queremos irnos? La nena es chica y me gustaría estar ahí por si llegara a necesitarme. Por dos horas no me conviene volver a casa... Pero no soy INVITADO
Debería existir una categoría que nos defina, algo así como "los esperantes"; y sentarnos a esperar y a mirar, en una mesa en el patio, donde las meseras no vayan y las atenciones sean mínimas. Sólo nos conformaríamos con apoyar nuestro culo en la puntita de un puf descocido, allá en un rincón, detrás de un potus... y cada tanto que algún tío copado se apiade y nos ofrezca un jugo tibio en un vaso de plástico ... hasta que sean las cinco y media... hora de irnos.

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