Ahora que nadie nos está observando confieso que no puedo vivir sin vos. Sí, aunque parezca exagerado. Cada vez que me despido de vos, al final del día, te extraño horrores. Quisiera traerte conmigo, a pasar la noche; sé muy bien que a mi cama sería absurdo, pero si tan solo estuvieras en la mesita de luz, yo, durante la noche, mientras te sueño, sacaría mi brazo de las sábanas y me estiraría hasta tocarte. Cada vez que inicio mi jornada, y sé que voy a verte, a disfrutarte y a tenerte en mis manos todo el día, me asomo con la primera luz de la mañana y con entusiasmo te miro detenidamente, aunque esté apurado en empezar mis actividades. Cualquier excusa es válida para acercarme a vos, a mirarte y si es posible… tocarte. Cuando no te tengo a mi lado y te veo de lejos, tu presencia me perturba, me inquieta, no logro relajarme; no puedo prestar la atención que requiere mi familia, o mis amigos de trabajo. Giro y te busco, a lo lejos, imaginando que me estás llamando, o que tenés algo para decirme y yo sin saberlo. No me importa que a veces vaya a tu encuentro y no tengas ninguna novedad para mi, ni tampoco me molesta parecer loco si te busco todo el tiempo y cuando te encuentro no sé para que lo hice. A veces, cuando no hay nada nuevo, busco en tus ojos o hago memoria de lo que me hayas dicho en otra oportunidad y sonrío viéndote, recorriéndote, sin decir nada, como embobado. Con vos no hay chance de que me aburra, ni que me falte contención; me encanta jugar con vos y sacarnos fotos de los momentos felices que pasamos juntos, que son muchos.
A veces siento que vos sí podes vivir sin mí. No quiero parecer pesado, ni demandante, pero a veces te noto desconectada y me decís que te falta de energía. Yo no sé si es una excusa o es una señal de que me estás queriendo decir algo. No existe ninguna señal, no seas infantil, me decís. Si es así, te creo, aunque yo, lo único que espero de vos, es que no me faltes nunca… mi amado celular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario